Nuestro primer Seminario Shanti estaba previsto para el domingo a las 10:00 de la mañana. Sin embargo, un día antes, Chiracbhai y su familia —diez personas en total— llegaron al Ashram para disfrutar con calma de la tranquilidad del lugar.
El domingo, el resto de participantes fue llegando a su propio ritmo. Cuando todos estuvimos preparados, dimos comienzo a la jornada con una sesión de yoga guiada por Evabhen: pranayama, calentamiento articular, Virabhadrasana I, II y III como asanas para el enfoque, la concentración y la estabilidad, y un kriya para equilibrar el aura y el sistema nervioso.
Al finalizar, abrimos un espacio de satsang, conversando sobre la importancia de cuidar y respetar el cuerpo, no solo en lo físico, sino también en lo emocional y en lo que comemos. Nuestro ser es un microcosmos que necesita estar en armonía para que todo funcione.
La naturaleza es una maestra generosa para quien sabe observarla. En Life in Harmony siempre la tenemos como referencia, y así nos lo recordó Sanjein en su charla: cuando plantas un árbol, pones una nueva vida en la tierra; a cambio, un día te ofrecerá frutos y sombra. Si conectas con la naturaleza, la simbiosis es constante: plantar, cuidar, ver los frutos y disfrutarlos. “Lo importante es apagar la música externa y escuchar lo que la tierra nos quiere decir”, nos insistió, con sus ojos de chiku brillando como el sol indio de media tarde.
Después, compartimos la comida. Hombres y mujeres sentados a la mesa al mismo tiempo, algo que en algunas regiones de India no es lo habitual. Nos propusimos comer de forma consciente, en silencio, agradeciendo a la madre tierra los alimentos y a las mujeres que los cocinaron (y en esta ocasión fueron solo mujeres, aunque deseamos que en el futuro hombres y mujeres colaboren por igual en todo el proceso).
La tarde transcurrió entre siestas, charlas en pequeños grupos y juegos hasta que llegó la hora del té. Una deliciosa infusión ayurvédica marcó el inicio de las dinámicas que Chiracbhai nos había preparado. Primero, el “plato caliente”: pasábamos un plato de mano en mano al ritmo de una música, y quien lo tuviera cuando paraba quedaba eliminado. Después, un juego de elección: caminábamos en círculo y debíamos escoger entre cuatro lugares sagrados; el guía nombraba uno, y quienes lo hubieran elegido pasaban a “moksha” y quedaban fuera.
El último juego fue pura energía. Dos equipos, Vida y Armonía. Un líder por grupo debía reunir, lo más rápido posible, los objetos que pedía el guía: frutas, cucharas, vasos, chanclas, piedras, flores, hojas de tulsi, monedas, una cana, el más alto, el más calvo, el de pelo más blanco, una foto de una divinidad, un cinturón, un teléfono sonando con un mantra… Entre carreras y carcajadas, la competición estuvo muy reñida.
Como todo lo bueno, el día llegó a su fin. Sobre las cinco de la tarde nos despedimos, no sin antes compartir impresiones: todos coincidimos en que había sido una jornada preciosa, llena de calma, diversión y conexión, con ganas de quedarse y, sobre todo, de volver.
Por nuestra parte, después de ver tantas sonrisas y escuchar tantas palabras bonitas, no queda más que el deseo de seguir abriendo las puertas de este lugar y mantener viva la armonía para compartir cada vez más, cada vez mejor… ya con la mirada puesta en el II Seminario Shanti, el mes que viene.